No voy a sonreír cuando hagas alguna pregunta incómoda con la que me acorrales, porque esperas que la responda para librarme de “parecer” grosera.
No voy a decirte que eres maravillosa y que no hay nadie como tú cuando me parece que, más bien, me has quedado a deber con tu actitud.
No voy a decir que sí solamente para salir del apuro, porque alguien me está viendo o porque se ha generado una expectativa infundada de que, como soy “buena”, accederé.
No voy a ir a lugares donde se supone que conviviremos pero en realidad haremos una competencia silenciosa para ver quién tiene más, mediremos gustos y nos aprobaremos mutuamente. Eso lo hice en secundaria, ya estoy muy grande para esas cosas.
No voy a aceptar tus consejos para bajar de peso, quitarme la celulitis o quemar grasa más rápido… Si no te los pedí, no los quiero. De verdad.
No voy a reírme de tus chistes misóginos, machistas ni crueles. Tampoco de tus chistes feminazis, degradantes e insultantes. No creí que tuviera que explicarlo pero… a veces, por las caras de desconcierto de quien lo cuentan, creo que si hace falta… no son chistosos, no construyen y lastiman. Por eso no me río.
No voy a alabar tu casa, a tus hijos o tu estilo de vida sólo porque lo necesitas para sentirte segura. Dime cuando quieres que platiquemos y lo hacemos, pero no recibirás mi cariño a través de tus acciones. Te amaré por lo que eres, no por lo que haces o tienes.
Diré groserías. Y muchas. Y no pediré perdón por decirlas porque creo que las mujeres ya hemos pedido perdones innecesarios por muchos años y porque decir la grosería exacta en el momento preciso es orgásmico, catártico y un gran antiarrugas.
No pediré “perdón” por llorar, porque me gusten los bebés o por llenar mi casa de flores. Hay muchos gustos que tengo que coinciden con los estereotipados “para niña”. Fuck it. Me gusta porque me gusta… y se acabó.
No voy a permitir que opines sobre cómo debo vestir, hablar, vivir mi vida o decidir… porque me ha tomado 30 años formar mi propio criterio, pero sobre todo porque me he enamorado perdidamente de mi libertad. Ella y yo vamos a donde queremos…
A veces, mi único punto de referencia para comprar o no comprar algo es “porque me gusta” o “porque está lindo”, sin mayor explicación científica-económica-práctica. Y estoy muy a gusto con eso.
Si no quiero involucrarme en la conversación porque me parece superficial, juiciosa o de pocas miras, probablemente sacaré un libro o mi iPad para hacer algo de mayor provecho. No me gusta perder el tiempo.
Si vienes a mi para pescar halagos, para buscar reconocimiento o para provocarme envidia, no te desgastes, no va a pasar. Normalmente me quedo callada y sonrío con ternura por tu necesidad de afecto pero, de esas formas, no lo recibirás de mi.
Diré lo que pienso con mucha claridad, con el cariño exacto (ni más ni menos) y defendiendo siempre lo que me parece importante. Espero no te moleste pero, no sé si te conté de mi libertad… a ella no le gusta que la traicione.
No te diré Licenciada, Ingeniera, Maestra o Doctora porque creo que son títulos muy limitantes para todo lo que eres. Prefiero llamarte Lucía, Pilar, Ana o Marveya, porque creo que te describen mejor, y que tienen mucha más personalidad que un genérico que, no entiendo por qué, tantas veces despierta un falso respeto.
Si quieres dialogar conmigo de algo, no me verás asintiendo como tonta si tus argumentos son “porque así se ha hecho siempre” “porque eso dice la ley” o “porque si no recibirás un castigo”. Si dices eso, seguramente sonreiré y en pocos minutos desapareceré porque eso no es un dialogo, es adoctrinamiento y no me gusta.
No voy a ir a invitarte por compromiso a nada. Siéntete con la libertad de no hacerlo también. En mis eventos especiales, en los momentos únicos de mi vida, quiero a mi lado sólo a la gente que me hace bien y que se alegra con mi felicidad (y estoy segura que tú también).
No voy a misa todos los domingos ni hablo de Dios como enajenada pero no es raro que me encuentres mandando un beso al altar cuando paso frente a una iglesia o bajando la cabeza con respeto cuando estoy frente a un templo de otra fe. Creo que Dios es demasiado grande para ser ignorado pero, creo también, que ya ha sido demasiado manipulado.
Sacaré a la mesa conversaciones polémicas, interesantes e inapropiadas para las buenas costumbres… porque son las más deliciosas para discutir. Porque me gusta pelear y escuchar tus puntos de vista al respecto. Y porque tu opinión sobre ellas no te define, simplemente me deja conocerte más.
Cuando te note “rara” te preguntaré si tienes algo conmigo. No me inventaré historias en la cabeza, ni me remontaré a.C, simplemente te preguntaré por qué estás enojada o seria porque creo que es lo más lógico si quiero resolver algo.
Abrazaré, diré “gracias” y “te amo” cuando así lo sienta, he aprendido a expresar mis afectos cuando los tengo, no te preocupes, te acostumbrarás. Es que luego se quedan dentro y se acartonan.
Me acostaré en el pasto, me sentaré en la banqueta y señalaré todo lo que me parezca digno de atención. Aprendí hace mucho que hay algunas reglas de urbanidad que sacrifican mucho de mi descubrimiento del mundo y no estoy dispuesta a seguirlas.
Me pondré muy seria y en ocasiones te haré un comentario parco y duro cuando sienta que pasaste una línea con un comentario que no es bienvenido o una crítica mordaz disfrazada de buena voluntad. Y, créeme, soy muy buena para detectar la diferencia. Tal vez te haré sentir incomoda pero es que, verás, yo no sonrío para hacerte la vida más fácil, y es mi forma de avisarte que no voy a permitir que sigas saltándote mis límites.
A pesar de que me molesten tus chistes, tus intromisiones y tus maneras tan inapropiadas de referirte a mis hábitos… si te amo y si necesitas de mi, estaré allí a tu lado siempre. Porque no soy una mujer fácil pero soy una mujer que sabe amar a pesar de todos tus defectos y los míos, y sé que somos más grandes que eso.
Si estás dispuesta a lidiar con mi autenticidad, mi “rudeza” y no intentarás cambiarme, entonces tendremos una gran relación llena de amor honesto, risas sinceras y lágrimas compartidas. Porque te amaré incondicionalmente, porque me importarás hasta dar la vida por ti y porque estoy dispuesta a aprender y a pedir perdón todas las veces que te hayas sentido ofendida por mi culpa.
Por eso y mil cosas más que estoy olvidando… es que no soy una mujer fácil.