Lucía mi amiga siempre se ha indignado porque le llamen a las cosas algo que no son, como “carnitas de setas” o “enchiladas de yaca”. Incluso cuando en un café le ofrecen edulcorante, ella siempre tuerce la nariz y dice “azúcar, si tiene mascabado, mejor”, al principio pensé que estaba en una cruzada en contra de las azúcares de bajas calorías pero después de 15 años de relación me doy cuenta de que lo que verdaderamente le molesta es que la identidad de una cosa se presente como falsa.
“Las carnitas son por definición, de carne… – me dijo hace poco – entiendo las opciones veganas pero no son carnitas”. Y, si… tiene razón.
¿Por qué te cuento todo esto? Porque cuando no sabemos de qué estamos hechas, quienes somos, con luces y sombras… con mucha facilidad nos confundimos profundamente, y terminamos pensando que la forma en que nos comportamos, pensamos o sentimos no está bien y deberíamos desaprender todo lo que sabemos de nosotras y convertirnos en algo más, algo más digerible, más bonito, mejor.
Hoy te quiero hablar de un mito sobre aprender a aceptarnos como somos, sin ponernos peros y sin esperar a “sanar” para entonces darnos permiso de hacerlo. Vamos!
Lo que quiero decirte hoy es: eres quien eres, con todo lo que te conforma. Lo agradable, lo desagradable, lo incómodo, lo majestuoso… todo eso eres tú. Y no tienes que pedir permiso de ninguna expectativa ni de ninguna sanación para aprender a verte al espejo y decirte “te amo, eres una chingona y aún no me acuerdo de todo lo que has pasado pero sé que ha sido mucho y te admiro… quiero aprender a reconocer lo valiente que eres”
Espero que mis palabras lleguen en el momento correcto. Me encantaría que me compartieras qué opinas de esta premisa “y si sanar no fuera la meta?”, me encantaría saber dónde aterrizan contigo estas palabras.
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Me despido por hoy, te mando un beso enorme.