Pensamos que el perfeccionismo significa su rasgo más evidente: la obsesión, la compulsión, tallar los trastes hasta que rechinen, acomodar el cuadro que está chueco por milímetros cada que pasamos a su lado, no tener ni un pelo fuera de su lugar cuando nos hacemos la cola de caballo.
Pero el perfeccionismo no sólo vive allí y no sólo nos arruina momentos simples del día a día, y no es un rasgo “hasta simpático” como algunos podrían pensar. El perfeccionismo ha permeado todas las esferas de nuestra vida (o se ha generado allí, ya no sé qué fue primero pero pienso que es más como un ciclo que se alimenta mutuamente) y ahora pensamos que todo lo que no esté en un nivel óptimo o equilibrado en nuestra vida, inmediatamente está mal. O nosotras estamos mal, por no lograr equilibrarlo.
Y sabes lo que hace ese pensamiento? Te quita fuerza y autoconfianza. Te cuento todo en el podcast de hoy:
Te grabé una práctica para abrazar estas y otras partes de ti, si ya estás en mi lista de correo te llegará sin que tengas que hacer nada, y si no deja tus datos abajo y te la mandamos.
Es más lógico abrir paso a la autocompasión cuando tenemos presente esta información sobre nosotras mismas: la meta no es la salud cueste lo que cueste, ni que nuestras relaciones no se terminen, ni que nunca ofendamos a nadie con nuestras palabras y acciones.
La meta es estar presente, con la canasta de aprendizajes preparada y sabiendo que por naturaleza es altamente posible que nos resbalemos. Y que eso no dice nada de tu valor o de tu capacidad. Ojalá que te haga sentido.
Me gustaría mucho saber tu propósito después del capítulo de hoy.
Me despido por hoy, te mando un beso enorme.