Otro Modo de Amor

A lo largo de nuestra vida hemos escuchado que amar significa dar la vida por el otro, dar hasta que duela, dar lo mejor de nosotros…nótese el énfasis en la palabra dar. Verbo transitivo. La semana pasada te escribía sobre la importancia de darnos un tiempo para amar, para pensar en otros, para dar…

Todo esto es poético y cierto en gran parte. Es cierto que el amor implica sacrificio, entrega y genuino interés por el otro… pero todo tiene un límite y esta es sólo una cara de la moneda.

La verdad es que pocas veces escuchamos acerca del “otro lado del amor”. No nos hemos detenido a pensar que tal vez dejarse querer es una manera excelente de demostrar a alguien que le amamos. ¿Por qué?

La premisa es muy sencilla: aquél que ama, busca el bien del otro.

 Cuando dejamos que la persona a la que amamos ponga en práctica su capacidad de amar (una facultad tan característica del ser humano); permitimos que se perfeccione, que se de cuenta de sus potencialidades, que ejercite su entrega, que crezca, que sea mejor. Le permitimos a esa persona sentirse útil, tener una oportunidad de demostrarnos su cariño, saber que a pesar de que siempre estamos ahí para él o ella, necesitamos ayuda.

Aún con esa letanía de beneficios, muchas veces somos resistentes a este amor y no permitimos que nos consuelen, que nos regalen, que nos inviten. Y aquí es donde resuenan las frases tipo: “No te hubieras molestado”, “No te preocupes por mí”, “Pero bueno, vamos a hablar de ti” y la interminable lista de falsa humildad.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿Por qué nos resistimos a que los demás nos demuestren su amor? Identifico dos motivos principales que, aunque estoy segura de que no son únicos, si son muy pesados.

El más importante es que no queremos sentirnos vulnerables.

A algunos les molesta que los demás nos vean debilitados. Es como si a superman, fuera visto llorando porque no pudo salvar a alguien de la muerte… ¿qué dirían sus amigos? ¿Se burlarían? ¿Dejarían de quererle por su debilidad?

Lo cierto es que fuera de los comics, los superhéroes no existen en la realidad (lo siento si acabo de romper algún sueño de la infancia de alguien). Lo que existen son hombres y mujeres que día a día salen al mundo a dar lo mejor que pueden. Y si en el camino algo o mucho sale mal, lo afrontan; si la situación los supera, saben pedir ayuda. Viene a mi mente una frase que aplica como anillo al dedo para este punto: “lo importante no es no caer nunca sino levantarse siempre”. Permite que los demás te vean levantarte.

Como experiencia personal, debo que decir que es muy desgastante amar a una persona que se convierte en una barrera humana impenetrable. Dan ganas de preguntarle “¿de verdad no te cansas nunca? ¿De verdad no necesitas ayuda? ¿Seguro que no necesitas nada de mí? Déjame escucharte, hasta me sentiría bien de que me dijeras qué te pasa”

Las personas no somos incansables, nos caemos, nos equivocamos, nos enojamos, nos dan ganas de llorar. ¡Y qué rico tener alguien al lado para que nos “sobe el lomo” o por lo menos nos pase un kleenex! ¿Por qué negar lo que está en nuestra naturaleza? No todo es dar, también es reconfortante recibir, esperar algo de alguien, sentarse a “vomitar” todo lo que tenemos en la cabeza, soltar alguna lágrima, sentirnos escuchados. Eso también es amor. Y un amor muy humano, si he de decir.

La verdad es que somos más confiables a los ojos de los demás cuando mostramos una cara humana. No buena ni mala, solamente humana. Cuando se dan cuenta de que tiene una relación con una persona sensata, comprensiva y buena pero que llora, alguien a quien las cosas le pegan, que le dan coraje las injusticias, que el tráfico la desquicia, que grita y hace berrinches. Un ser humano común y corriente. Los modelos de virtud son inalcanzables y alejan a las personas por aparentar ser “perfectos”. No necesitamos a alguien perfecto sino a uno igual que nosotros para que pueda entendernos y ser más empático.

El segundo motivo parece otro tema pero está íntimamente relacionado y es que tenemos miedo a ser “dependientes”. Pensamos que al dejarnos ayudar, nos volveremos incapaces de resolver nuestros problemas por cuenta propia. Seremos parásitos, gente que siempre necesitará de otros para salir adelante.

Es un argumento que puede sonar convincente pero es una falacia. 

“Depender” de alguien en un sentido sano implica la necesidad del otro y de su presencia en nuestra vida. Implica aceptar que somos seres sociables y que necesitamos sentirnos acompañados. Y eso está muy lejos de hacernos inútiles o inmaduros.

Al respecto, tengo una noticia. No sé si buena o mala pero más vale que lo vayamos aceptando: en este mundo, todos dependemos de todos: para transportarnos, para vestir, para comer, para divertirnos… para ser felices. No existe alguien que con puro amor propio logre la felicidad. Mira lo que le pasó a Narciso.

Saber que necesitamos al otro nos da seguridad y sentido de pertenencia. Yo tengo una relación contigo y sé que te preocupas por mí, que no estoy solo y que eres un soporte emocional en mi vida. Y saber que en ese sentido estoy “atada” a ti y tú a mí, como diría un famoso slogan publicitario, no tiene precio.

Puedo decir sin miedo a equivocarme que la gente más feliz que conozco es aquella que “depende” de otra y que asume la necesidad del prójimo como un elemento clave para ser feliz.

El propósito de esta semana

Piensa en las maneras en que puedes dejarte amar

¿Cómo?

Date un momento para pensar y tener una visión más general del amor.

El amor es, aunque suene extraño, mucho más que dar. El amor implica también aprender a recibir. ¿Cómo recibes tú el amor de otros? ¿Cómo agradeces? ¿Cómo valoras? ¿Cómo haces sentir al otro que lo amas y valoras muchísimo su aportación en tu vida? ¿A veces te hostiga quien te cuida mucho? Si no sabes aceptar el cariño de los demás, ¿tienes claro por qué es eso? ¿Quién tiene que cambiar, la otra persona o tú?

Todas estas preguntas piénsalas, respóndelas, pregúntale a quien mejor te conozca… y te vas a sorprender al encontrar las respuestas.

 

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