Me llamo Luna y mis padres fueron sabios al ponerme este nombre porque soy cambiante, en continuo movimiento. Me encanta descubrir nuevas formas de pensar, evolucionar y acercarme a todo lo que me ayuda a entender la Vida, y a entender mi vida. Y me he sentido cansada la mayor parte de mis días, cansada física y emocionalmente.
Recuerdo que desde pequeña mis emociones eran una montaña rusa. Se desbordaban hasta tal punto que me llamaban Porceluna. Era tan frágil que me rompía con la misma facilidad que una figurita de porcelana. Así que cuando fui creciendo pasé horas estudiando como mantener mis emociones bajo control, bien guardadas en un cajón porque estaba cansada de sentirme así. Y sí, gracias a las estrategias que ponía en práctica lo conseguía, ahí se quedaban. Hasta que, cuando menos lo esperaba… ¡zas! tsunami emocional.
Y entonces encontré a Lore y mi forma de enfocar “el problema” cambió. Dejé de creer que la solución para gestionar mejor las emociones o ser más feliz había que buscarla fuera. Al contrario, era dentro de mi. Es cierto que leer libros inspira, y contar con profesionales como ella te ayuda a avanzar, pero las respuestas están en ti. Es cuestión de descifrarlas y sacarlas. No se trata tanto de estudiar, como de conectar. De bajar el volumen al ruido exterior y sintonizar con nosotras mismas.
Cansada de no tener tiempo
Hace años estaba tan desconectada, que en mi búsqueda por ser más feliz ponía en práctica todo consejo de productividad que encontraba, convencida de que lo que me faltaba era tiempo. Pensaba que si conseguía más tiempo podría terminar los “tengo que” y entonces hacer más cosas de las que me hacían feliz. Y que esa felicidad solucionaría mi caos emocional.
Crecí centrándome en ser más eficiente, buscando trocitos de tiempo en cada oportunidad. Escuchando sin parar que no hay éxito sin sacrificio en un mundo donde el agotamiento está en boca de todos, la solución fue reducir las horas de sueño ignorando si estaba cansada o no. ¿Te suena?
Al principio funcionaba, claro que sí. Un día ese tiempo servía para preparar una reunión de trabajo, otro día para limpiar la casa, otro para preparar la maleta. Era un buen as en la manga, fácil y gratuito.
O eso creía, porque poco a poco lo fui pagando. Con el paso de los meses mi cuerpo no siempre respondía a mis órdenes. Empecé a tener contracturas tan fuertes que no podía cambiar las marchas del coche. A despertarme de madrugada con dolores tan intensos como si un oso me estrujase entre sus brazos. A tener la visión tan borrosa que aunque me rindiera y me acostase, a la mañana siguiente seguía sin poder leer.
Entonces no conocía los estudios que prueban que la falta de sueño afecta gravemente funciones tan importantes como el sistema inmunitario, el envejecimiento o la limpieza del cerebro (para una buena toma de decisiones y para fijar en la memoria lo aprendido). Afecta hasta a la temida falta de voluntad, porque el autocontrol necesita energía mental para funcionar y cansada no tienes energía suficiente.
En el libro de Arianna Huffington, La revolución del sueño, se detallan investigaciones que prueban que el efecto de no dormir es similar al consumo de drogas o el abuso del alcohol. Y todo ese tiempo yo tan cansada y considerándome una mujer “healthy”.
Cansada de no tener fuerzas
Seguí probando consejos pero por mas que me esforzaba, el día de presentar ese gran proyecto llegaba tarde. Entonces mi conclusión era: soy desorganizada. Cuando llegaba la hora de salir a tomar algo y lo cancelaba para quedarme en el sofá, mi conclusión era: soy floja. Y así un largo etcétera.
Hasta que encontré la pieza que me faltaba cursando Emociones Educadas. Logré reconectar y encontré la clave: de nada sirve tener más tiempo, más dinero, más amigos o más amor si no tienes energía. Energía para aprovechar los buenos momentos que te ofrece la vida.
A partir de entonces, para tener más energía, empecé a restaurar los ciclos en mi día a día. Gastar pilas y recargarlas, acción y pausa, movimiento y descanso. Y funcionó. Desde entonces, cuando la tentación aparece, me repito a mi misma “cuanto más descansada esté, más productiva seré” porque ser productiva no depende del número de horas que le dedique, sino del resultado que consiga en ese tiempo.
Dormir más me ha ayudado a desconectar del exterior y sintonizar conmigo misma. Ahora sé que quiero ser la arquitecta de mi vida. Es una profesión que admiro porque es pura belleza que no se piensa, se siente. Y al mismo tiempo es equilibrio milimétricamente calculado.
Así quiero vivir mi vida, rodeada de belleza y equilibrio. Y tú, ¿cómo quieres vivir la tuya?
Y recuerda, un buen día empieza la noche anterior.